jueves, 9 de abril de 2009
Blanco sobre negro en las voces del jazz
Por Miguel Russo
Hubo una época en que las mejores voces femeninas del jazz eran, sin discusión posible, negras: Bessie Smith, Carmen McRae, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Billie Holiday. Mujeres que se indignaban frente a los términos “reina" o "emperatriz" o "princesa" con que se las nombraba en los Estados Unidos mientras los negros no tenían ningún derecho a nada en el mismo país, salvo el de ser apaleados hasta morir por los blancos del "gran sueño americano". El jazz sigue siendo la música del universo, resulta complicado discernir si mejoró o empeoró. Pero lo que indudablemente creció fue el universo. Algo: al menos ya no apalea negros legalmente. De todos modos, la supremacía negra en las vocalistas fue perdiendo terreno, más allá de las muchas y muy virtuosas cantantes. Y una nueva camada de espléndidas voces fue ocupando el lugar. Por increíble que parezca, esas voces (mejor dicho, sus pieles) son blancas. Es el caso de tres de las mejores que, por brillante coincidencia, acaban de publicar sus nuevos trabajos al mismo tiempo: Bare Bones, de Madelein Peyroux; My One And Only Thrill, de Melody Gardot, y Quiet Nights, de Diana Krall.
Una. La cantante y guitarrista franco americana Madeleine Peyroux inauguró la serie de lanzamientos de las grandes vocalistas con Bare Bones, magnífico sucesor del sorprendente Half The Perfect World (de 2006). Álbum de búsqueda interior, Peyroux metió en él todo lo que había desarrollado durante su carrera. "Esto es realmente una nueva experiencia para mí; como si volviera a hacer mi primer disco", dijo la cantante. Con temas de claras remembranzas de Leonard Cohen, el CD de Madeleine es rico en precisión y tensión emocional.
Ella misma define su trabajo como "la no inclusión en la canción de nada que no necesite estar ahí, pero sí contar lo suficiente de una historia como para conseguir todo lo que necesita". El disco se grabó casi todo de un sentada, compartiendo el espacio del estudio por todo el grupo para darle un sabor más orgánico (como quería Miles Davis). La canción que da título al álbum llevó una toma; "Homeless Happiness", dos. Ninguno de los once temas necesitó más de cuatro. La voz de Madeleine, una voz que parece venir del fondo de los tiempos, suena más segura que nunca.
Dos. Pianista, guitarrista, compositora, dueña de una voz profunda y particular, con 26 años, Melody Gardot se afirma con su segundo trabajo, My One And Only Thrill. La historia le jugó una mala pasada a esta chica de Filadelfia. Víctima de un gravísimo accidente aéreo, Melody estuvo a punto de morir, y se sobrepuso de las graves secuelas del siniestro. Lo logró: su disco debut, Worrisome Heart, la posicionó como la nueva sensación jazzera en 2008. Con infaltables anteojos negros (sufre de foto-sensibilidad), bastón y un halo de sofisticación que remite a otras épocas del jazz, Melody susurra deliciosamente, más que canta, una poesía melancólica de arreglos ajustados. Su creatividad trasciende géneros: todo es jazz, y punto.
El nuevo material se compone de diez canciones propias más una excelente versión del clásico "Somewhere Over The Rainbow". Frente al piano, con la guitarra y siempre con su voz, Gardot cautiva con su frágil encanto de chica retro. El disco se fue gestando durante nueve meses de gira con su banda para llegar al estudio absolutamente compacto. Esa economía de recursos la describe Melody: "Lo que hace un gran disco es tener cerca a losque te conocen instintivamente y saben lo que querés, incluso sin pensarlo".
Tres. Quiet Nights, el nuevo disco de Diana Krall, es una sucesión de baladas y bossa novas en las cuales se despliega su inigualable talento vocal y pianístico. Es que Diana retomó su amor por la música brasileña y se inspiró para darle el tono a esta colección de canciones que estilísticamente, y ya desde el título Quiet Nights (o Corcovado), remiten de manera directa a ese estilo tan querido y popular en todo el mundo: la bossa nova. No es casual que allí esté "The Boy From Ipanema", una versión en inglés y con protagonista masculino del tema símbolo del movimiento musical que acaba de festejar su 50 aniversario. O en el tema en portugués "Este Seu Olhar". El nuevo trabajo de la mujer blanca que canta con voz de negra debe mucho al papel de Ogerman (que salió de su semi-retiro en Munich sólo para volver a trabajar con Krall), orquestando de una manera diferente temas que él mismo trabajó desde el inicio –fue el arreglador de muchos de los discos pioneros de quienes universalizaron la bossa: Jobim, Gilberto, Sinatra, Stan Getz, Bill Evans–. En este Quiet Nights se vuelve a lucir el cuarteto de Diana: la base de John Clayton y Jeff Hamilton (que fueron sus maestros), Anthony Wilson en guitarra y la percusión del brasileño Paulinho Da Costa. Pero todo sería nada si no estuviera ella allí, diciendo que se canta de esa manera. En blanco, en negro, en jazz.
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