miércoles, 22 de abril de 2009

A 30 años de su estreno, el film La Nona vuelve, gratis, al Pasaje



Por Julio Ferrer
Según Tito Cossa, todo nació como un guión de televisión para hacer un ciclo unitario con el protagónico de Pepe Soriano, que hacía de Don Berto, un viejito italiano. Pero el nono televisivo resultó La Nona teatral. Se estrenó el 12 de agosto de 1977, con la actuación de Ulises Dumont. Héctor Olivera y Fernando Ayala la vieron y decidieron hacerla film. La película La Nona se estrenó el 10 de mayo de 1979, con la actuación de Pepe Soriano. 30 años después, Roberto Cossa, Héctor Olivera y Pepe Soriano cuentan cómo realizaron esta película en tiempos de represión y censura.
El Ciclo Voces de la Cultura que organiza la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de La Plata, invita el jueves 23 de abril a las 19, en la sala Polivalente del Pasaje Dardo Rocha (50 entre 6 y 7), a ver un clásico: La Nona. A 30 años de su estreno, el homenaje contará con la presencia del actor Pepe Soriano, el director Héctor Olivera y el dramaturgo Tito Cossa, quienes después del film hablarán con el público. Entrada libre y gratuita.

La imaginación de Tito Cossa
–¿Cómo nace La Nona?
–Tuvo un antecedente que fue un libro de televisión por pedido de Alejandro Romay. Nos pidió a cinco autores, Carlos Somigliana, Germán Rozenmacher, Ricardo Talesnik, Ricardo Halac y a mí una historia para un ciclo unitario. Aceptamos, y Canal 13 lo hizo. Cuando vino el golpe del 76', yo vivía del periodismo. Estaba en El Cronista Comercial y a su director, Rafael Perrota, lo asesinan los militares. En ese clima, yo no quería seguir y me daban la posibilidad de un retiro voluntario. Acepté un año de sueldo. Iba a irme a España, pero me quedé a escribir La Nona.
–La obra de teatro se estrena en 1977. ¿Su intención era mostrar una simple anciana que devoraba todo o tenía otro mensaje político?
–No preví el mensaje político que mucha gente le dio después. Pero también sabía que era algo más que una viejita tragona. La obra pasó por dos etapas. La primera terminaba en el casamiento de la abuela. Cuando la retomé, puse las muertes. Típico de la época. Inconscientemente uno toma el tiempo en que vive. Cuando empezaron los ensayos, los actores me preguntaban por su significado. No lo sabía. Carlos Gorostiza, que era el director dijo entonces que esta Nona es eso que cada uno destruye. Después del estreno en 1977 en el teatro, la gente decía que era la Junta Militar, el imperialismo, la inflación. Yo no escribí nada de eso.
–¿Por qué acepta llevar su obra de teatro al cine?
–Me gusta el cine y me gustó la idea. Confié en Héctor Olivera y el elenco tan valioso que iba formando. Además, el cine permite que la obra llegue a un público mayor.
–¿Qué es para usted La Nona?
–El personaje: todo aquello que nos destruye. Es mi pieza más difundida en el mundo: Francia, Alemania, Inglaterra, Turquía, Polonia, Suecia, Grecia, Eslovenia, Hungría; lugares donde el teatro de Buenos Aires no llega. Todo el tiempo en algún lugar, la obra La Nona se sigue haciendo.

Los paraguazos de Héctor Olivera
–¿Cómo llegó La Nona al cine?
–En 1981 fuimos con Fernando Ayala a ver la obra. Y no dudamos en hacer una película. Nos pusimos de acuerdo con Tito y arrancó.
–¿Por qué eligieron a Pepe Soriano para interpretar La Nona?
–Pepe hizo mi primera película, Sexoanálisis. Habíamos trabajado en La Patagonia Rebelde. Pepe venía de hacer el famoso Don Berto. Y le cabía muy bien para hacer de Nona. Quizás fuimos injustos con Ulises Dumont que había hecho un gran papel en el teatro. Pero con Pepe teníamos relación de muchos años de trabajo. Y además estaba en la lista negra de los milicos, prohibido por ser un actor de izquierda.
–La película se estrenó el 10 de mayo de 1979, plena dictadura.
–No fue un éxito de público. La noche de estreno, estábamos con Ayala parados detrás de la última fila de espectadores. Yo estaba con un paraguas. Y Ayala me dijo que escuchaba unos ruidos. Ratas, dije, y con la punta del paraguas levanté del techo una plancha de telgopor y se armó una estampida terrible de ratas. Una espectadora, al escuchar el ruido, gritó “es una bomba". Y el desbande se mezcló con la escena final donde la Nona va saliendo de la casa que se va derrumbando. Arruiné mi propio estreno. Había un clima muy tenso: era la primer película que hacía un actor prohibido. Mandamos el film a Cannes, no la aceptaron en competición pero la proyectaron en una función paralela. De ahí, a Moscú.
–¿Y como les fue?
–En uno de los actos que nos habían organizado los rusos, había que colocar una gran corona de flores a los 20 comisarios mencheviques –anteriores a los bolcheviques– en una plaza. Llegamos y nos encontramos con una corona de casi dos metros, con una franja roja, la hoz y el martillo, símbolo comunista, y la llevábamos hacia el monumento. Y yo le dije a Pepe Soriano: 'No vamos a poder volver. Ese fotógrafo es de la SIDE'. Soriano sudaba porque tenía la "libertad condicional". Así se vivía en esa época.

Pepe Soriano: cómo hacer un personaje
–Usted estaba prohibido por la dictadura militar. ¿Cómo pudo realizar la película?
–Efectivamente, estaba prohibido. El primer llamado telefónico que tengo no es de Héctor Olivera, sino de Atilio Mentasti, de Argentina Sono Film que me dijo que por presión de los organismos de derechos humanos, durante 6 meses iba a tener libertad para trabajar. Me encontré enormemente sorprendido por la propuesta, y por mi "libertad condicional" para actuar. Después me dijo Olivera que ya había hablado con Tito Cossa y que me tenía para el papel de La Nona. En ese período hice la película y grabé El loro Calabrés para la televisión oficial.
–¿Cómo se sintió interpretando un personaje femenino?
–No era la primera vez que lo hacía. Y como mi tarea es actuar, no me presentó especial dificultad. Al contrario. Me divirtió muchísimo.
–¿Que recuerdos tiene de La Nona?
–Variados, divertidos, amables, entre compañeros, trabajando. Y algunas anécdotas como éstas: Un día salí de casa maquillado para filmar, con mi coche, en ese tiempo fumaba. Ocurrió que en un semáforo, esperando la luz verde, un camionero casi choca sorprendido de ver a una viejita fumando y al volante. Otra más. Un día, con Guisado, asistente de dirección de Olivera, necesitábamos cruzar la avenida del Libertador con un tránsito tan intenso que resolví hacerlo con la actitud de La Nona. ¡Qué frenadas pegaban los coches!
–Héctor Olivera cuenta anécdotas muy graciosas con usted en Moscú...
–¡Uy, sí! Me había olvidado. Después del Festival de Cannes nos vamos a Moscú. No había traducción. Entonces hablábamos como podíamos, un delirio. Después en el medio del agasajo, todos bien vestidos, nos convidaban naranjas. Imagínense el espectáculo. Lo respetábamos porque era su cultura pero estábamos todos enchastrados con el jugo de las naranjas. De todas las películas que hice en el país, alrededor de 35, la que más me ha dado reconocimiento en la calle fue La Nona.

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